lunes, 11 de octubre de 2010

Les perdono la carrera de medicina. Yo “Quien Tu sabes” en la tierra.





Mis compañeros y yo, llegamos al teatro Lázaro Peña a las 10:00am,  como  éramos estudiantes de 6to año de Medicina, nos ubicaron en el primer piso del teatro. “Quién tú sabes” y su séquito de verdes apóstoles, ocuparon la tribuna para hablar de su gran creación “El médico de la Familia”.
La reunión era “Quién tú sabes” habla, que te habla. De vez en vez algún papagayo del discurso aprendido, recibía su permiso para repetir, aplaudir y rendir culto a su líder.  
A las 10:45 de la noche “Quién tú sabes”, da 30 minutos de merienda. A las 11:30PM reanuda sus sesiones. Mi amiga y yo al regresar de la merienda nos sorprendió ver el segundo piso del teatro VACIO.
¿Dónde están los demás? le pregunto a la secretaria de PCC.
Se fueron me contesto y nosotros nos tenemos que poner de acuerdo para salir de uno en uno sin que él se vaya a dar cuenta  nos ordena.
A las 11:45, salí por la puerta del teatro dispuesta a estudiar para mi último examen de la carrera de medicina un día 15 de Julio de 1987.
Al día siguiente a las 6:00 am al salir de mi casa la viejita del al lado me llama:
Desde las 4:00 am “La Radio Martí” está diciendo me comenta bajito y misteriosa  que más de 500 médicos anoche dejaron a Fidel ¡con la palabra en la boca! y se le fueron en su misma cara y él decidió “quitarles la carrera de medicina” — y termina su venenoso comentario llevándose sus manos a la cabeza.
La angustia desequilibro mi cuerpo y empecé a temblar de arriba abajo. Al llegar al hospital tirados debajo de unos árboles estaban mis compañeros abrazados unos contra otros llorando. Nos echaron como a perros del hospital, y nos prohibieron hacer el último examen. Nos dijeron que estuviéramos localizables dentro de nuestras  casas.
Llegue a mi casa con un llanto incontrolable. Mi padre que no entendía:
 Si te equivocaste y mataste a alguien  me decía  yo te busco un abogado —me aseguraba para tranquilizarme.
Cuando le conté se apareció casi todo mi barrio y todo el mundo gritaba:
 “Pero que se ha creído ese hombre” otro vecino preguntaba ¿quién te quito la carrera?
  —¿Quién va a ser? “Quien tu sabes” mi padre contestaba.
Después de interrogatorios, reuniones y suplicas frente al Kremlin Quien tu sabes NOS PERDONO LA CARRERA. Pero sin antes hacernos saber que a la corta o a la larga siempre nos pasaría la cuenta, pues ya nos tenía:
 ¡BIEN MARCADOS!

¿Enfermeros emergentes o instantáneos? ¿De quién fue la idea?






Era sábado en la noche y yo estaba de guardia en uno de los hospitales de Ciudad de la Habana, donde radica la minúscula vivienda, donde habitamos mis dos hijos en su segunda adolescencia, mi esposo, mi gata y yo.
A las 8 de la noche me dirijo al comedor a intentar aplacar el hambre durante la gratis guardia sin un digno refuerzo alimentario. Al salir del comedor como jefa de la guardia me paro frente a una de las salas hospitalarias a corroborar con el rabillo del ojo si “todo anda bien”. Los gritos de:
¡Ay mi madre! quítamelo que no aguanto más el dolor resonaban desde adentro.
Yo me dirijo al lugar de donde emergían los lamentos. La habitación tenía un paciente obeso sentado gritando y una enfermera aun adolescente pasándole un medicamento por la vena.
Enfermera ¿qué medicamento UD está administrando? le pregunto.
Cloruro de Potasio en ámpula pues las tabletas se acabaron —responde con la mayor naturalidad del mundo.
Yo en un santiamén, agarre la jeringuilla y se la extraje de la vena del paciente.
A la enfermera la lleve a la estación de enfermería y le pregunte:
Con quien consultaste el cambio de vía de administración del medicamento?  —le comenté muy seria.
Con nadie ¡¿a caso NO es el mismo medicamento?! —contestó con gran seguridad.
 La enfermera debido a su juventud y a los pocos meses de preparación no sabía que el Cloruro de Potasio directo en vena es la inyección letal que se aplica en muchos países para cumplir la sentencia de muerte. Cuando le conté lloraba sin parar.
A ella la dejaron sola al frente de todo una sala de medicina interna bajo el control de la enfermera supervisora como no disponían de enfermeras para el fin de semana, y si  ella tenía alguna duda que preguntara, pero ella “nunca tuvo dudas” “a caso NO es el mismo medicamento”.  
La alta decepción en la profesión de enfermería, generada por un salario de 20 dólares al mes, provocó el éxodo de estelares enfermera, y la grandiosa idea de la fabricación emergente de “enfermeras”.  Gracias a Dios el paciente se salvo, pues el cloruro de potasio en vena directo produce un dolor intolerante. La enfermera al día siguiente se fue del hospital y nunca más regreso, solo tenía 18 años.